miércoles, 20 de julio de 2022

Un último blog para Á (?)


No sabría cómo empezar a escribir sobre un compañero de vida, que con el tiempo se ha transformado en Miguel Ángel, luego en Migue y ahora Ángel, o solo Á en mi teléfono. Hoy desperté con una sensación extraña después de un sueño que luego palpé real: ya no estamos juntos. Se lee raro pero apenas hace una semana caí en la cuenta de que terminamos esa etapa de nuestra vida. Estaba tan ocupada viviendo el duelo de Kevin (ah, porque para los que no me siguen en instagram y/o otras redes sociales, murió mi otro novio, Kevin), estaba tan ocupada con mi nuevo trabajo, con experiencias extrasensoriales, historias, psicoanálisis y psicología que no había procesado (¡casi 6 meses después!) que terminé mi relación más "estable" y bonita. 

La verdá no sé por dónde empezar a desenmarañar todo esto porque todo pasó demasiado rápido. Con Migue optamos (en un intento quizá desesperado) por reabrir la relación y, mientras sonaban campanas y rumores de matrimonio y un viaje a Suecia juntos, me enamoré fatalmente de Kevin. Digo fatalmente porque así se sintió, a pesar de una de-construcción del amor romántico, de una repensada educación sentimental, caí (como en el inglés "fall inlove"), y ese caer enamorada no me dio opción de pensar en otros vínculos, en poliamor: se sentía como una decisión necesaria, como jugarse el todo por el todo... y entonces decidí terminar con Migue, dejar de vivir juntos y muy MUY rápidamente empecé a pasar muuucho tiempo con Kevin, querernos, amarnos bonito a su manera (monogámica) y después de un mes (¡1 mes!) sale de mi casa a un viaje a Florencia, Caquetá y muere ahogado. Ajá. Así. Pum. Con puntos. Con contundencia. Cruel. Entonces quedo ____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
____________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________¿cómo se va a morir justo ahora?, ¿justo así?, ¿justo siendo novios?, ¿cómo se va a morir de la misma forma que Papi? Ajá. Así. Pum. Con puntos. Como la muerte. Como la vida. ¡Plop!

Entonces vienen los ritos funerarios, conocer a su familia, el dolor, la desesperación, también las manifestaciones hermosas y no tan hermosas de un ser que amó y fue amado en mi casa, las velas, los inciensos, la gastritis, el vértigo. Una larga lista y detalles que espero poder contar en otro blog __________________________________________________________________________________

Y entonces Migue ___________________________ ¡plop!, y entonces una llamada de sentido pésame de su parte. Y entonces también un dolor de no estar juntos y de la fatalidad de la muerte que incluye nuestra inevitable (también) separación. Y entonces todos los dolores juntos que parecen anular todo dolor, y entonces solo sentirme vacía y sin rumbo, sin cuerpo pero con punzadas, como por fuera de la realidad pero muy viva porque respiro y Kevin ya no. Entonces anestesiar una parte que siente infinito amor por Migue porque no puedo con tanto, porque el cuerpo se agrieta y se rompe, es frágil, y los afectos se anulan, se duermen, se congelan por un periodo (ahora entiendo) de 6 meses.

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Entonces vernos con la excusa de unas gafas, presintiendo que podía ser demasiado perjudicial. Abrazarnos muy fuerte y comprobar que tras la muerte había aún mucho amor, tomarnos un café afanado y salado por las lágrimas. Comprobar que el amor está pero algo se rompió y no sabemos cómo repararlo. Y entonces un abrazo con mocos en la avenida y un: quiero morirme, de mi parte. Una hemorragia que me paraliza y nos hace despedirnos. Chao, amor.

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Entonces nuestra última llamada el 06 de abril que duró (36 min 33sec). Me pregunta del otro lado cómo estoy por la muerte Kevin y le cuento vagamente, y entonces él me cuenta que su abuela murió y su papá volvió de Suecia. Todo, entonces, en cuestión de 1 mes. Fue un muy caótico entonces. Lloramos al teléfono, perdidos, sin saber por qué estábamos en ese ciclo tan horrible de vida/muerte ambos y sin el apoyo valioso que podríamos darnos como pareja. ¿Pero cómo volver después de la muerte? ¿Cómo resetear nuestra relación con algo tan definitivo en medio? 

Silencio __________________________________________________________________________________

Compartimos en total 3 años y ½ de nuestra vida. Vivimos juntos desde 2018. Exploramos distintas formas de relacionarnos y así permanecer juntos, hablamos, tuvimos conversaciones incómodas,  propusimos dejar el ego, propusimos reinventar el amor y la familia: poliamor, amor libre, complicidad, amistad... solo queríamos estar juntos. Nos embarazamos y abortamos, luchamos en la enfermedá, sobrellevamos la pandemia y la crisis económica, nos separamos brevemente, jugamos a balancear siempre las cargas, sostener al otro, incluso mantenerlo si era necesario (y lo fue) y entonces no sé qué pasó. Miro atrás y no entiendo dónde tropezamos para hoy obtener este silencio, esta ausencia tan increíble. Jamás creí que pasáramos a ser solo desconocidos, después de vernos en hospitales, en el inodoro arrodillados sobándonos las espaldas, después de la infame carencia económica, después de la sangre y el aborto, de la tos que no cesaba tras los viajes, de las 1001 bodas que cubrimos de otros y nosotros "algún día", "pronto", "estamos planeándolo y ahorrando", les decíamos a los clientes. Y ahora nunca, ahora no, ahora un silencio abrumador, ahora una compañía que ya no es nosotros, ahora una historia de cómo casi nos casamos, ahora un despliegue de "yo aprendí con", de "cuando viajé con", de "cuando viví con". Ahora un número que no borro y a veces pesadillas como la de anoche y la de esta mañana al despertar: pesadillas en las que no nos hablamos nunca más y no hay abrazos ni "estrellas para grandes guerras como la de nosotros" como dijo Sandra Cisneros en Último poema para Richard.

Este es mi último blog para Á (?)


 



 

jueves, 24 de febrero de 2022

Shaking hands



Digamos que empiezo de nuevo el blog. Digamos que otra vez estrecho manos, doy bienvenidas, lanzo besos y hago signos de abrazos con las manos para los que están ahí, de pie, en la parte de atrás. Digamos que de nuevo digo: Hola, soy Ximena. Conozcámonos de nuevo. Olviden casi todo lo que dije de mí. Tengo 26 años, estaba en quiebra, me estoy recuperando de covid, quiero escribirles aquí sobre mi vida en inglés y español, quiero decir que ya no me inclino hacia nada, que no sé si sea poliamorosa, hetero cis, feminista, que solo estoy navegando esto de la existencia y me cuesta cada día, kinda shit.

Entonces podría decir, con toda honestidad, que ya no soy constante con muchas cosas en mi vida, especialmente este blog. Que bailo y me ejercito más que lo que escribo y que he tenido una tos que no para desde hace semanas. Que me hago las uñas para evitar ver el producto de mi ansiedad a tope y que paso mucho tiempo en silencio, con mi gato, en casa, aunque suene cliché. Que hace poco terminé (otra vez) una de mis relaciones más longevas pero con una paz que no me explico de dónde vino. Que no sé bien cómo comunicarme por whatsapp ni cómo dejar de parecer una psicóloga con cada cosa que digo cuando escucho a mis amigos. Que sigue sin gustarme el pan. Que me gusta el té chai. Que canto boleros. Que no le veo mucha utilidad ahora a estudiar una maestría en Colombia. Que tengo síndrome de impostora. Que muchas cosas. Que hola, quiubo, cómo le va.

Que gracias siempre por leer, incluso esta rara versión 2.0. Bienvenides, again.


jueves, 30 de diciembre de 2021

La vida como una checklist





Cuando fui a terapia entendí que había vivido muchos años de mi vida cumpliendo una especie de checklist. Estaba como en piloto automático. Pasaba por grandes acontecimientos, conocimientos, experiencias y personas como una especie de zombie. Viví muchos años en modo supervivencia. Tras la muerte de mi papá (en trámites de pensión y burocracia colombiana) todos los años, desde mis 6, debía ir a la notaria a decir que sí, que estaba viva, firmar y poner mi huella. Declarar que respiraba. Creo que la vida entonces era demostrar que estaba viva pero no vivir. Durante un buen tiempo estudié muchas cosas, aprendí idiomas, conocí mucha mucha gente y sin embargo, parecía que solo llenaba una lista (en parte impuesta por mis exigencias y en parte por la sociedad). 

Hoy, a puertas del 2022, debo admitir que muchas cosas de esa lista hoy me hacen reír.

Entré a la universidad a los 16 años. En mis cuentas a los 20 ya estaba graduada. A los 22 ya tenía maestría. A los 26 ya me iba a casar o establecerme en otro país con alguien. . La verdad es que lo mejor que me pudo pasar fue no cumplir nada de esa lista. Me extravié felizmente unos años estudiando Artes Plásticas, otros estudiando Fotografía, otros 5 años haciendo promoción de lectura en la ciudad, leyendo en voz alta para otros, cantando para otros, haciendo títeres para otros, viviendo de y para la oralidad, la lectura y la escritura.

Este año que termina por fin me gradué, pero no solo me gradué: hice un libro, un poemario premiado y reconocido por su calidad literaria por la Universidad y grandes poetas colombianos. Este año, a mis 26, no me he casado, no he tenido hijos (solo perrunos y gatunos), no me he ido del país pero he viajado montones por territorios y paisajes maravillosos de Colombia, no he hecho mi maestría pero vaya que he aprendido en la ilegalidad, en lo cotidiano, en la calle.

Hice caso omiso a esa checklist: fluí. Y por eso me agradezco infinitamente.

Y ustedes, ¿ya dejaron de seguir listas imaginarias, de medirse por metas ajenas? ¿Aprendieron a vivir el propio proceso?

PD: ¡Feliz año! 💥 (Por ahí me enteré que hay personitas que me leen en la selva colombiana 🙀, nada me hace más feliz que tener lectores en lugares poco convencionales. Gracias siempre por leer(nos))

domingo, 28 de noviembre de 2021

Archivo: kodak ektachrome 100





Últimamente he estado buscando, un poco sin éxito, ganas de vivir. De seguir viva. De no... ya saben. No las encuentro por ningún lado, tal vez eso coincide con mi silencio, tal vez eso con mi intermitencia en redes, tal vez con mis pocas ganas de relacionarme y salir de casa. Algunas veces, antes de hundirme, alcanzo a recordar las cosas que me gustan: viajar, bailar, cantar, posar para las fotos, hacer muebles, decorar, escuchar una historia espontánea, tomar jugo de maracuyá frío, poner al sol mis girasoles, escribir cartas a máquina; otras veces no la logro: solo quiero cerrar los ojos, desaparecer, dejar de sentir el ruido, dejar de respirar, hacerme chiquitita y no manufacturar más ideas, más pensamientos, más ansiedades: decirle a mi cerebro que deje de generar impulsos, que se apague. Evidentemente aún no tengo una muerte cerebral y aquí sigo, de nuevo, intentando hilar algunas ideas, sobre todo porque hoy la vida pesa menos.

Tenía un viaje planeado hacía tiempo con Miguel. No sabía bien cómo lograríamos concretarlo pero ahí estaba latente, como esperando un soplo ingenuo de vida y decisión y, claro, una fuerte inyección de dinero, hahá. Bueno, en unos días es mi ceremonia de graduación y en 2 días, exactamente, cumple Miguel. Decidimos celebrar ambas cosas por anticipado, compramos tiquetes y ya era un hecho. Como habíamos rumiado la idea del viaje, ya sabíamos en que hostal queríamos estar, el transporte de Bucaramanga a Barichara, la comida, los mejores lugares para tomar fotos. El día antes estábamos demasiado nerviosos, el vuelo salía a las 5 a.m y eso suponía levantarnos desde las 3 a.m.  No dormimos casi, de los nervios y del mundo de cosas que debimos dejar listas para poder ir: trabajo, llamadas, archivos, inducciones... en fin, la vida adulta que no para de atosigarnos.

El viaje comenzó tempranísimo, con una que otra llamada de clientes por el camino, mucho sueño (muchos sueños allá en esa tierrita polvorosa) y emoción. ¡Cómo nos hacía falta viajar! Llegamos, caminata, todo precioso, sol, hambre, sed, resolver cosas de dinero, pagos y... a disfrutar. Todavía me duelen algo las piernas de tanto subir, bajar, correr, saltar, conocer: sentirme viva aunque fuera 4 días.
Ah, también estaba entusada por mi otro novio (ex), pero esa es otra historia que después les contaré. Estuve muy contenta con todo y lo que estaba pasando y como siempre Migue me anima, me transmite un optimismo de no creer y me retrata tan hermoso que a veces dudo si soy buena modelo, si soy tan hermosa como parece ahí o son sólo sus ojos y su habilidad que me hace ver así. *suspiro*

También siento por estos días una pulsión extraña de ser mamá. No estoy embarazada ni nada pero a veces veo fotografías que Migue me hace o de nosotros juntos y nos digo: cuando un hije nos vea y diga ¡mamá estabas muy guapa! o ¡papá estabas muy joven! y, bueno, es una nostalgia rara de algo que aún no ha sucedido. Creo, además, que es un instinto de supervivencia inconsciente, como si algo en mi cuerpo tratara de "trabajarme" la mente con un futuro para no matarme ahora, para algún día, más vieja, más viva poder ordenarle recordar a mi cerebro y abrir de pronto una carpeta de archivo: Barichara Kodad ektachrome 100, 26 años.

Quizá agradecer vivir otras cosas
Quizá ver hijes grandes 
Quizá envejecer y perder más cosas (como siempre) pero la victoria será siempre poder contar estas historias. A ti. A mí. A Migue. A quién quiera leer o escuchar.


Archivo: Barichara Kodak ektachrome 100

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domingo, 12 de septiembre de 2021

Sangre


Hace tiempo pienso que en las redes siempre hay espacio para todo menos para lo que la gente ha insistido en ocultar por años: menstruación. Desde hace poco más de un año sigo un único hashtag en instagram #menstruation, principalmente porque no sabía que uno podía seguir hashtags y luego porque nada más me interesa, bueno, a parte de los gatos, pero no he seguido ese hashtag.
Esta foto me la tomé el año pasado. Estaba haciendo unos experimentos de narración a través del color y pues qué más colorido que mi propia menstruación. Pensé e hice unos cuántos borradores con esta foto, ¿qué iba a contar?, ¿qué iba a decir además de lo obvio? Bueno, pasaron los meses y eso cambió.

TENGO MUCHAS COSAS QUE DECIR DE LA MENSTRUACIÓN

La primera es que me costó (como a muchas mujeres, imagino) aceptar su ciclo menstrual, no odiarlo, no ocultarlo, cambiar todos los nombres y eufemismos con que la nombran (¡Los odio!): dizque Andrés, el que llega cada mes, dizque "regla", dizque "mis días", dizque "mi día veintiocho" y otros tantos. Los aborrezco, se llama menstruación, se llama sangre.
La segunda es que retomó importancia porque desde hace unos meses no menstruaba y porque he visto estudios, chismes, stories de instagram y preguntas en twitter de mujeres que últimamente no han tenido sus períodos menstruales. Mujeres muy regulares, como yo, que simplemente, de un día para otro, les  dejó de venir. Dejaron de sangrar. 1, 2, 3 meses. Cuatro, algunas. 
Después de descartar un embarazo, claro, aunque desde que tengo el DIU no existe tanto chance de embarazarme, decidí buscar información y encontré que puede ser un síntoma post-covid y post-vacuna covid. Bueno, o una de dos, o me dio covid y nunca supe y esa es la forma de manifestarse en mi cuerpo o tras la primera dosis de la vacuna, faltó mi período menstrual.
La verdá es que comencé a extrañar menstruar. Pasaban los días con mi ropa interior en blanco, algunas veces con un SPM (síndrome premenstrual) no sé si nostálgico o  simplemente descontrolado, esperaba menstruar, ansiosa, colocándome una toalla o un tampón (just in case). No sucedió. La esperé 3 meses, casi y un día empecé a manchar muy poquito y de color café. No duró más de 3 días ese flujo raro y empecé a agendar una visita a mi ginecólogo. Okey, era post-covid o post-vacuna pero no menstruar afecta en muchas cosas:

1. No sé en qué parte de mi ciclo estoy
2. Las toxinas y cosas que desecha el organismo no se van
3. La piel empieza a acumular esas toxinas
4. El humor cambia, el humor estado anímico
5. Las hormonas están descontroladas, no hay forma de regularlas, no se alborotan como en un embarazo (al menos no a mí) pero el mood comienza a variar y se puede perder o ganar peso, ganar acné, estrías, etc.

Yo estaba sinceramente muy irascible. Todo empezó a estresarme, empecé a volverme un poco psicorígida, tal vez como un TOC leve, mucho mal humor y a pesar del ejercicio, no me sentía especialmente motivada ni alegre. Eso empezó a pesar en mi relación, aunque no escaló a cosas terribles. Estaba realmente irritada.

Un día llegó de nuevo. Y llegó tan fuerte. Una  hemorragia con coágulos, más oscura, más dolorosa. Muchos coágulos. Sangre antigua. Sangre que no paraba en 1, 2, 3, 4 días. Un chorro de sangre. Me alegré de nuevo, por volver a verla, pero me dolió hasta lo más profundo. Mi SPM suele incluir antojos, mareo y mucho dolor de huesos. Esta vez quería arrancarme las piernas del dolor y frío concentrados, y tuve un hambre increíble, vértigo y también náuseas. 
Conté algo por twitter y, aunque ya había llenado una encuesta para un centro de estudios ginecológicos sobre efectos post-vacuna, una ginecóloga me contactó para rellenar otro formulario y hacer un estudio.
IMPORTANTE. IMPORTANTÍSIMO. 
No sé cómo pasamos por la vida sin hablar de nuestra menstruación, cómo nos minimizamos, cómo ocultamos algo que rige nuestro comportamiento, nuestras sensaciones, nuestra disposición, nuestra corporalidad casi que TODO el mes. Porque si no estamos menstruando, estamos pre-menstruando, y si no estamos pre-menstruando ni menstruando, estamos ovulando. Tenemos solo 4-5 días de tregua, y eso. 
Con todo, la pandemia fue un año y medio de laboratorio de sensaciones, al menos para mí, donde mi cuerpo y yo, un poco más solos, un poco más en confianza, un poco mucho sin tanta algarabía, ruido, distracción, pudimos dialogar, entendernos, saber cuáles sensaciones predominan en mi SPM, cuáles en mi período menstrual, cómo huele, cómo se ve, qué días tengo la libido más alta, los antojos, las náuseas. Uh, he aprendido tanto de mi menstruación que por eso hago este blog.

Y sí, cliché y todo, "Todo lo que puedes hacer tú, lo puedo hacer yo, sangrando". Qué viaje todo esto.
Les dejo en mi perfil el formulario del estudio ginecológico, por si a alguna persona menstruante le pasó algo así post-covid, post-vacuna.

Nos leemos después, en cualquier día amable de mi ciclo menstrual. Hoy hubo tregua.

domingo, 18 de abril de 2021

Cuánta magia, cuánta responsabilidad// Vol.1

 



El 26 de julio, escribí la entrada ¿Quién se queda con el gato? y el 2 de noviembre Vivir sola 2.0 , ambas entradas son evidencia de que mi relación no estaba pasando por su mejor momento; sin embargo su fin se oficializó a finales de noviembre del 2020. 

Han sido tiempos muy raros. Una pandemia encima, mi tesis, mi actividad en redes, nuestra decisión de probar una relación fuera de los parámetros "normales" de la sociedad, probar un amor más libre y quizá más sensato... la única constante en estos tiempos de desequilibrio, ha sido el cambio.

M y yo nunca hemos perdido contacto. Nos distanciamos, dejamos de vivir juntos como pareja y cada uno se tomó un tiempo para dedicarse a sus proyectos personales y asuntos profesionales. Quizá nunca pensamos que el sentimiento mutuo iba a persistir a pesar del tiempo y la distancia, quizá lo intuíamos levemente pero cada uno debía lamerse sus heridas a solas y pensar quién ha sido, quién quiere ser, en qué se equivocó, cómo puede cambiar y/o reparar el daño... en fin. En febrero hablamos por última vez y decidimos dejar de hablarnos en toda red social por un tiempo y vernos personalmente dentro de 2 meses, más específicamente en semana santa, para hablar y ver qué pasaba. Todas las veces que estuvimos en contacto antes de febrero fueron demasiado especiales, se sentía y se veía flotar algo en la habitación que no entendíamos, algo que escapaba a toda palabra, a toda explicación. Él se ponía realmente nervioso, le sudaban las manos, se reía y se encogía de hombros; me miraba y algo le pasaba en el cuerpo, una especie de electricidad que yo no entendía. Revoloteaban muchas preguntas: ¿esto es amor?, ¿por qué el tiempo no lo ha ido desgastando?, ¿por qué desde hace casi 5 años que nos conocemos parece no terminar la atracción y el cariño?, ¿vamos a volver? UHHHHHHHHH y así ad infinitum. Casi siempre que nos veíamos, terminábamos llorando y abrazándonos mucho, con la cabeza llena de ideas y la mirada llena de cariño. Había muchas cosas por resolver: ¿él se iba a ir del país?, si era así, ¿íbamos a aprovechar los últimos meses que le quedaban en Colombia?, ¿nos íbamos a distanciar definitivamente y hacer el duelo antes de que el cruzara las puertas del aeropuerto? Eran demasiadas cosas.

Mientras tanto, no lo puedo negar, yo no la pasé mal. Salí, viajé, conocí personas, viajé con ellas, tuve sexo... y sin embargo, no sentía que ahí estuviera lo que realmente deseaba. Por fortuna tenía a mi psicóloga para ayudarme a atravesar todas esas facetas y emociones, a descifrarlas y encontrar qué quería realmente. En enero terminé mi tesis, mi obra, y sentí que podía enfocarme en otra cosa, que podía ponerle atención a lo que sentía y trabajar en eso...decidí dejar de salir con personas, cortar relaciones de raíz, relaciones que sentía que no me nutrían, que me desgastaban, me quitaban energía y comenzó un proceso de "deshierbarme": en mi jardín quedó lo que siempre tuvo que estar y, más importante aún, lo que DECIDIÓ quedarse. Entre eso estuvo, por supuesto, M. 

Se quedó sin que yo forzara nada, más bien luchó contra mis resistencias, mi escepticismo, hizo algo de fuerza para no dejarse sacar, supo enfrentar mi terquedad y supo acompañarme a pesar de que yo estuviera totalmente a la defensiva. En esas tensiones y resistencias, me enfermé. Las cosas se complicaron más para mí, con todo el miedo, la frustración, el dolor... no quería dejar entrar a nadie, no quería que nadie me acompañara y quizá con una mezcla exacta de saber dar espacio y al mismo tiempo atención, M se preocupó por mí, por mi salud y me dio la mano en un momento muy delicado. Creo que ambos nos dimos cuenta de que queríamos estar para el otro cuando tocara fondo, que haríamos lo que fuera para asegurarnos de que el otro iba a estar bien y, sin embargo, hicimos un pacto de no hablar de nosotros hasta que la marea hubiera bajado un poco.

Ahora que lo pienso descubrí mi paciencia. No sabía que tenía un amor tan paciente por ofrecer, pero sí sabía quién lo merecía y ese alguien era M. Seguimos sin vernos hasta el 1ero de abril y me sorprendió. Las emociones, mi amor por y para él estaba intacto, como si lo hubiera guardado en una maleta especial, en un cofre. Estaba ahí, sin adornos, con toda la dosis de realidad con la que se puede amar a alguien y sentir eso después de tanto, después del tiempo, de la enfermedad, de personas, de lugares, de una vaivén sin fin de emociones... significaba tanto. TANTO. Me sorprendió no solo mi disposición al amor, sino la suya también. Como fluían nuestras palabras, más sabias, más procesadas, más alimentadas por nuestras experiencias individuales en este tiempo, me sorprendió nuestra madurez, mi forma de ver la situación después del proceso de terapia de casi 1 año, me sorprendió su inteligencia, su ternura, sus detalles. Creo que el amor existe y nunca abandonó estos dos cuerpos. Se reservó para el mal tiempo y una vez pudo desplegarse con toda confianza, no dudó. AH. Qué bello y qué retador. Cuánta magia y cuánta responsabilidad. 

Creo que ese jueves pactamos algo sin decir las palabras exactas. Pactamos querernos, pactamos ser más serios, más enfocados, más comprensivos, más comunicativos, menos orgullosos, menos egoístas, menos individualistas... más equipo.

Por ahora les adelanto esto, el Vol. 2 es mucho más mágico, se los aseguro

P.D: Las personas son personas, con errores, con vaivenes, con sus propios mecanismos y antes de juzgarlos y vetarlos de nuestras vidas, debemos apelar a nuestra intuición, a nuestra comprensión (por más difícil que parezca a veces), con esto no los invito a dejar volver a entrar a sus vidas a personas tóxicas, que los/las hayan disminuido en alguna forma, solo digo que hay muchas cosas negociables, que podemos hablar desde el corazón y hacernos entender y entender al otro y, si hay acciones y compromiso de cambio, dar otra oportunidad. 

jueves, 15 de abril de 2021

Agua salá

 

A .Q,



Me ha costado mucho escribir esta entrada. He comenzado y recomenzado muchas veces y es que tengo atoradas muchas ideas y sensaciones, todas represadas dentro mío, tratando de salir pero algo reprimidas -debo admitir- porque sé que de quién escribo va a leer esto y eso me atraganta. No sé si me importa qué va a decir o qué va a sentir o cómo se va a situar en estas líneas chuecas que pueda dejar aquí, lo cierto es que hay algo que no me deja fluir tanto y, también debo admitir, temo sentirme ridícula (incluso mientras tecleo esto ya me siento algo ridícula) por sentir tantas cosas en tan poco tiempo, por fijar en mi mente ciertas imágenes, por sentir ciertos olores e invocar ciertas palabras al hablar de él, pero bueno, ya estoy cansada de repetirme en diferentes words y blogs que no han visto la luz sobre este tema.

Lo conocí. Ahora que lo pienso siempre olió diferente, se sintió distinto. Lo que  puedo decir es que me caló hondo en muchos sentidos. Cuando pienso en él pienso en varias imágenes que pasan como ráfagas, que se yuxtaponen, que bailan entre sí y que dan una imagen medio borrosa. Solo puedo sentir unas caricias expertas, unos besos muy húmedos -era de esperarse, es una persona marina- y recordar exactamente lo empapada que estuve siempre con él. Me sacudió, me dio vueltas, me embistió como sólo embiste el mar y me cogió desprevenida como solo una ola mal medida al ojímetro puede cogerlo a uno, me hizo llorar, me hizo ir profundo a las sensaciones, a las emociones, al silencio también, a las conversaciones, y me enseño también a vivir en la superficie, en el rumor de lo cotidiano, de lo trivial.

Era un seguidor, leyó mi blog, me siguió en instagram y hasta ahí todo normal. Suele pasar. Digamos que fue lo suficientemente constante pero poco intenso, un día coincidimos en un insomnio y conversamos; creo que ahí mordí el anzuelo. Me dio curiosidad. Me dijo que era biólogo marino y me pareció que eso estaba lejos de todo lo que yo conocía y de las personas que solía frecuentar. Claro, yo estaba en una época en la que estaba harta del mundo, estaba enferma, había mandado a medio mundo pa' el carajo y... contra todo pronóstico, acepté una invitación suya. Ese día lo recuerdo con una sonrisa grande. Habían sido horribles días, de muchas lágrimas e incertidumbre por un posible diagnóstico que me cambiaría la vida para siempre. Decidí darme un respiro y sí que me sorprendí.

Fuimos a almorzar sushi -eso fue una metáfora accidental- y tomamos café para pasar el almuerzo. Yo me sentía medio atolondrada, estaba débil por la enfermedad y tenía sueño, pero recuerdo que él era ese tipo de persona que inspiraba confianza para dormir. No sé por qué pero quería abrazarlo ese primer día, que me consintiera y que me dejara tomar una siestica con él en un chinchorro, en una playita. Obviamente no le dije nada de eso, así que caminamos, caminamos mucho, hablamos demasiado (y qué profunda y deliciosa conversación) por La Candelaria y luego fuimos por otro café. Le di muchas más  horas de las que esperaba darle, le di más energía de la que esperé darle y pronto, lo sabía, le daría mi confianza, la entrada a mi casa y quizá uno que otro abrazo. Apenas llegué a casa, recibí un mensaje suyo. Yo ya estaba enferma de nuevo, migraña y de todo un poco, pero seguía sintiendo ese raro bienestar que dan las personas de agua salada, esa profundidad cómoda que saben dejar.

A partir de ahí empezó una conversación sin final por whatsapp. De cosas triviales, del almuerzo, de la cena, de lo que vimos, de lo que leíamos, de nada, de nada, de nada y de nadar en esa tontería dulce, en ese disfrutar hablar continuo; me dejé sumergir en su trato, en sus atenciones, en su forma tan sutil de hacerme sentir escuchada y especial. Vinieron otras salidas, creo que dos. Había muchas cosas que me gustaban, sus manos, su voz, su altura, su forma de mirarme, de prestarme atención y había muchas otras que me intrigaban, me causaban preguntas (pero preguntas calmas, no de las que no dejan dormir) como: ¿qué se sentirá estar bajo el mar?, ¿cómo son los colores, cómo toca la luz las cosas allá adentro? y ¿qué se siente ser un bicho extraviado, una especie marítima atrapada en esta ciudad? ¿sentirá asfixia? Claro que nunca las hice, tal vez por timidez y también porque disfrutaba mucho dejar fluir nuestras conversaciones en toda dirección no anticipada, sin pretensiones. Pronto lo invité a mi casa.  Pronto me beso. Pronto lo dejé acariciarme. Pronto todo se tornó vertiginoso y me dio de sacudidas como una gran ola. Me zambullí en sensaciones nunca antes exploradas, en besos nunca antes tan húmedos, en conversaciones largas, en días y noches compartidas, en dormir juntos... era diferente y no me causaba ansiedad ni zozobra.

Casi no sentí ganas de huir (que es algo que siempre me pasa cuando me acerco mucho a alguien) y creo que fue la primera y única persona con la que salí y compartí tanto pero no tuvimos sexo, al menos no de penetración. La verdad es que yo estaba tan enferma, estaba pasando por tanto que no tenía muchas ganas de eso, no lo necesitaba y también estaba tratando de desintoxicar mi deseo, de limpiar mi energía sexual. Él lo aceptó sin problemas y nunca me forzó a nada más, siempre respetó esa condición inicial y, paradójicamente, creo que eso era lo que me hacía mojar más: su entendimiento.

Entre nosotros fluía algo siempre. La conversación, las ganas, la humedad de los besos, el juego, mi vagina, su verga, las caricias, los abrazos, las palabras de cariño, los mimos, los mensajes de whatsapp, las llamadas. Todo eran ondas. Ondas de mensajes triviales, ondas térmicas en la intimidad del contacto, de las caricias; ondas de sonido al ritmo de mis gemidos, de sus palabras, de sus susurros, de la respiración entrecortada, de lo que yo alcanzaba a balbucear con sus manos ahorcándome, ondas de movimiento, de mi colchón y su vibración cada que nos acomodábamos en la cama, cada que cambiábamos de posición para acariciarnos desde otro ángulo, para vernos a los ojos, para respirar cerquita el uno del otro y sumergirnos en esa sensación tan poderosa, en la repetición de esas ondas: como si en cada encuentro lanzáramos piedras a un estaque y fuera inevitable, espontánea la consecuencia.

Lo cierto es que hace unas semanas dejamos de lanzar piedritas al estanque. Lo cierto es que ahora que escribo esto, supendimos el contacto porque fluir es un verbo incómodo a veces. Lo cierto es que a veces el agua debe seguir corriendo por otros arroyos, debe buscar otras desembocaduras. Recuerdo la humedad con toda la intensidad que cabe en esta, mi persona hecha de fuego; pero ahora nuestra historia tiene un barco navegando en otra dirección y unas ganas inmensas del reencuentro, por lo menos desde mi puerto, pero no sé si sea pronto, pues todo aquí está salpicado de emociones confusas y, sobre todo, de dos deseos distintos en momentos distintos de nuestras vidas. No queremos lo mismo él y yo, y como todo viaje es totalmente impredecible, por cosas del destino, yo vuelvo a retomar una relación y decidimos despedirnos.

He escrito mucho sobre él, le he hablado a mi teléfono en notas de voz sobre él; lo extraño, sin duda. Debía escribir esto y debía decir que este clavado momentáneo, esta inmersión totalmente inesperada en mi vida, ha sido más que asombrosa. 

Me deja varias polaroids mentales.

Me deja ese rumor de agua salada en la ropa, en la casa, en la cama... me deja ese olor a lágrima en mi mejilla.


P.D: Ambas fotos son suyas, A.